12/12/07

GRUPOS RENACER

“Ingresamos a estos grupos por una circunstancia de vida dolorosa, por una crisis existencial; quizás la más severa que le toca vivir a un ser humano: la muerte de uno a más hijos.
La muerte de un hijo, como un hecho que forma parte de la vida, no es una enfermedad en sí misma, pero puede derivar en estados patológicos, si nosotros, los padres no resolvemos esta crisis de manera sana y responsable.

RENACER se autodefine como grupo de análisis existencial, cuyos integrantes nos reunimos a partir de una crisis existencial muy profunda, y es en la misma existencia donde buscaremos los medios para salir de ella. En su análisis existencial RENACER va más allá de los conceptos psicológico y somático; los incluye, pero los trasciende adentrándose en la dimensión espiritual del hombre, dimensión que lo hace ser: humano.

Con una visión Hombre-Mundo sistematizada por el Dr. Víctor Frankl, padre de la Logoterapia, RENACER ve al Hombre como un ser eminentemente en busca de sentido, autotrascendente, un ser libre y responsable que siempre debe estar dispuesto a responder a los interrogantes que la vida le plantea. Por ello es que RENACER sostiene: Frente al dolor yo no tengo respuesta, solo tengo presencia.”

La ayuda mutua: Una respuesta a la vida

La partida de un hijo no diferencia circunstancias. Tampoco existe un " dolorómetro" que dimensione cada situación. Enfermedad, accidente, crimen o suicidio son preguntas que la vida nos hace a los padres sobrevivientes de nuestros hijos. La tragedia nos plantea un dilema existencial.: ¿Qué hago? y es en la respuesta donde encontramos sí una diferenciación, involucrando nuestros más profundos sentimientos y valores.

En principio, la capacidad de respuesta es casi animal. Todo está a flor de piel. El dolor es total; es anímico, es físico, es espiritual. Duele el cuerpo y duele el alma. Es un dolor intangible, imposible de localizar. Es tan profundo el desgarro que bien puede llamárselo tortura. La razón se posterga al punto de sentir que nunca más podremos pensar con coherencia. Creemos enloquecer. El mundo gira alrededor y ya nada tiene importancia.

Toda lógica natural ha sido trastocada. Sueños, proyectos, vivencias anteriores se alternan con imágenes del momento de la partida. Hay un antes y un después. Nada, absolutamente nada de lo que suceda en el futuro será igual o parecido. La referencia para cualquier episodio de nuestras vidas futuras, será, sin duda la presencia física del hijo que partió. Estaba él entonces? Ella aún vivía? Fue antes o después de perder mi embarazo?. Ellos serán hitos imborrables en nuestras vidas.

Parados en esta realidad, buscamos excusas, evasiones que nos alejen de tanto sufrimiento y nos den urgente una respuesta. Sentimos que nuestro mundo ha estallado en pedazos y ya nadie podrá recomponerlo. La búsqueda de respuesta a los porque se hace obsesiva y tortuosa: ¿ porqué a mí ? ¿porqué a nosotros? ¿ porqué a él? ¿porqué a ella?… Yo tuve la culpa… él tuvo la culpa…si hubiese hecho… si no hubiese hecho… etc.etc. Una espiral de preguntas sin respuestas que crece imparable; insoportable.

Nuestra conducta es incomprendida. Quienes que no han perdido hijos no pueden entender nuestros períodos de euforia alternados con etapas depresivas. Llanto descontrolado, tristeza, ira, malhumor, desinterés por las personas que nos rodean y más aún por el futuro del mundo. Nuestra vida es entonces esto de aquí y ahora. Esto que no queremos. " quiero dormirme y no volver a despertarme" " quiero morirme ahora" " no puedo soportarlo" " ES DEMASIADO, TENGO QUE HACER ALGO…." Y es en este “tengo que hacer algo” donde emerge íntegra la esencia humana.

Cuando se ha tocado fondo, cuando creemos que ya nada nos importa, cuando hicimos miles de preguntas y no hallamos respuesta, es allí cuando nuestra espiritualidad emerge y se manifiesta como la instancia superior del hombre.

La partida de nuestros hijos nos ha mostrado la certeza de nuestra propia finitud y la necesidad de encontrar un sentido a nuestras vidas. Entonces ya no somos nosotros quienes preguntamos, es la vida que nos interroga. Ya no es el porque sino si no el para que de tanto sufrimiento. Y responder significa tomar decisiones libres y responsables, ya que nadie puede hacerlo por nosotros. En otras palabras: hacernos cargo de nuestras propias vidas.

Cuando ingresamos a un grupo de ayuda mutua, por una crisis existencial o por un sufrimiento espiritual, lo hacemos porque NO NOS GUSTA como nos sentimos, o como hemos sido, o como somos en ese momento. Esto implica desde el inicio un deseo consciente o encubierto, de una transformación interior, de ser distintos y sobre todo, mejores personas de las que hemos sido hasta entonces.

La transformación interior, cualitativamente orientada hacia lo mejor, se obtiene sólo en el cambio existencial logrado a través de experiencias trascendentales, experiencias que abren un camino hacia la espiritualidad., la que se podría definir como un estado de conciencia ampliado, donde permanecen todas las funciones habituales, más otras adicionales y en el que predominan los valores más caros del ser humano: el amor incondicional, la solidaridad, la compasión (sufrir con) y la bondad.

Cuando se logra salir de uno y sentir satisfacción por el bienestar del otro, el ciclo de la ayuda mutua se completa, aprehendiendo y aprendiendo que el hombre se ha completado como tal. A decir de Víctor Frankl : “ el hombre que se levanta por encima de su dolor para ayudar a otro ser que sufre, trasciende como ser humano”.


Susana Serra, mamá de Sebastián. Noviembre de 2007

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